domingo, 15 de febrero de 2009

No a la perennización

Por: César Sandoya Valdiviezo
Es innegable que el poder corrompe y que son pocos los políticos que escapan de esa tentación. Esa es una razón poderosa para no permitir que los seres humanos se perennicen en el poder, en cualquier forma de elección popular o función pública.
Es parte de la democracia la alternabilidad y aquellos que se oponen al cambio simplemente son amantes de las dictaduras y cacicazgos que perduran en base a chantajes y políticas populares orientados a manipular la conciencia humana. Es menester ceder espacios a los que vienen detrás, porque además hay que estar conscientes que los tiempos cambian y que las nuevas generaciones son privilegiadas con una educación más tecnificada que está acorde con los avances tecnológicos y científicos, y aquellos que no se educan ni actualizan sus conocimientos la historia los relega automáticamente y pierden el derecho de administrar los destinos de los pueblos.
Hay que entender que en un sistema democrático no hay un solo genio, sino que el talento está distribuido en varias organizaciones sociales y gremiales; y el pretender perennizarse en el poder es creer equivocadamente que sólo ellos están autorizados y preparados para gobernar. Pero esta teoría se desvanece cuando los resultados de una gestión pública es mediocre y los programas de campaña remotamente se alcanzan, lo cual resume en una sola palabra: fracaso, pero los politiqueros buscan maquillar las cifras que les son negativas para confundir al pueblo y mostrarse como los rendentores. Ahora, como en todo proceso eleccionario, el poder pasa al pueblo y es la gente la única que tiene la sartén por el mango para decidir su futuro, entre la democracia y la dictadura.

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